viernes, 5 de noviembre de 2010

A vueltas con el orden de los apellidos

El Gobierno de España ha remitido a las Cortes Generales un proyecto para la reforma de la Ley del Registro Civil que, entre otras novedades, permitirá a los padres elegir el orden de los apellidos con los que desean inscribir el nacimiento de sus hijo/as. En caso de desavenencia entre los progenitores, se establece como solución que prime el orden alfabético en los apellidos. Prescindiendo de las valoraciones que pueda merecer tal iniciativa, en el sentido de considerar que no es más que un pararrayos para desviar la atención mediática de otros focos menos favorables para el Gobierno, quiero centrarme en un aspecto muy concreto. El de la negociación de los padres para resolver sus desavenencias a la hora de determinar el orden de los apellidos y la solución "por defecto" propuesta por el Gobierno, la cual considero una torpeza mayúscula, desde el punto de vista de la Teoría de la Negociación.
Supongamos que existe una discrepancia de pareceres entre los progenitores o adoptantes sobre el orden de los apellidos con los que se ha de inscribir al menor. A la hora de analizar científicamente el conflicto suscitado y su forma de resolverlo, debemos establecer los siguientes parámetros: a) Partes del conflicto o actores; b) Posiciones de las partes; y c) Balance de poder; Es evidente que las partes del conflicto serán el progenitor A y el progenitor B (siguiendo la terminología del IRPF). Las posiciones de ambas partes también quedan claras, ya que cada una de ellas querrá imponer su apellido. Es en el análisis del Balance de Poder donde se pone de manifiesto la falta de tino del Gobierno. Por Balance de Poder debemos entender cuál es el coste de no llegar a un acuerdo para cada una de las partes y qué es lo que perdería cada una de ellas al aceptar lo que la otra parte propone.
Si la parte A es consciente de que su apellido tiene una posición preferente en el orden alfabético, nunca aceptará lo que le propone B, porque sabe que la balanza de poderes le es favorable y, si la negociación se rompe, su opción será la ganadora. No necesita por lo tanto negociar nada con B porque el coste que le supone no llegar a un acuerdo es nulo. Es previsible que el asunto no será más que una nueva fuente de conflictos para la pareja, que puede abocar a su ruptura. Además, el Gobierno deja al capricho del alfabeto la continuidad de determinados apellidos que, en cuestión de unos años, pueden desaparecer por completo de las guías de teléfono.
Hay veces que es mejor dejar las cosas como están.